martes, 19 de abril de 2011

La mujer en la Edad Media. Diferencias en La Celestina

La mujer, en la Edad Media, aparece literariamente retratada como ángel (amor cortés) o demonio (misoginia medieval). Frente a estos dos polos opuestos, surge una tercera vía intermedia que supone un paso importante de emancipación de la mujer.
La mujer real, valiosa por sí misma, que defiende expresarse con su propia voz, supone un significativo avance. En la literatura española podemos observar este rasgo en el personaje de Melibea, cuando se queja amargamente porque su condición de mujer le impide expresar con claridad sus sentimientos.


Lee detenidamente el texto de Fernando de Rojas y contesta las siguientes preguntas:


1. ¿Cuál es la queja de Melibea?
2. ¿Qué diferencia hay con los varones? 

El fragmento pertenece al décimo acto.
Es un monólogo en el que Melibea, sola, se reconoce enamorada de Calisto, sentimiento que no ha declarado a nadie, ni siquiera a la hábil Celestina y, mucho menos, a Calisto.
De esta manera, desde su más profunda soledad, deja fluir sus atormentados pensamientos:

MELIBEA (sola): ¡Oh, lastimada de mí! ¡Oh mal proveída doncella! ¿Y no me fuera mejor conceder su petición y demanda ayer a Celestina cuando de parte de aquel señor, cuya vista me cautivó, me fue rogado, y contentarle a él y sanar a mí, que no venir por fuerza a descubrir mi llaga cuando no me sea agradecido, cuando ya, desconfiando de mi buena respuesta, haya puesto sus ojos en amor de otra? ¡Cuanta más ventaja mi prometimiento rogado, que mi ofrecimiento forzoso! [...] ¡Oh soberano Dios; a ti que todos los atribulados, los apasionados piden remedio, los llagados medicina; a ti que los cielos, mar y tierra con los infernales centros obedecen; a ti, el cual herido corazón sufrimiento y paciencia, con que mi terrible pasión pueda disimular! No se desdore aquella hoja de castidad que tengo asentada sobre este amoroso deseo, publicando ser otro mi dolor, que no el que me atormenta. Pero ¿cómo lo podré hacer, lastimándome tan cruelmente el ponzoñoso bocado, que la vista de su presencia de aquel caballero me dio? ¡Oh género femenino, encogido y frágil! ¿Por qué no fue también a las hembras concedido poder descubrir su congojoso y ardiente amor, como a los varones? Que ni Calisto viviera quejoso ni yo penada.”

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