domingo, 13 de marzo de 2011

Selección de poemas de Miguel Hernández


Con motivo del centenario del nacimiento de Miguel Hernández, nuestro homenaje en el aula no puede faltar a este gran poeta.
La lectura de algunos poemas recogidos en antologías varias, será muy fructuosa tras un repaso biográfico y bibliográfico.  Recogemos a continuación, y por orden de publicación, algunas composiciones magistrales del poeta de Orihuela.
Al final recogemos un documento sonoro emitido en RNE el 23/10/2010, la interpretación de Nanas de la cebolla por Joan Manuel Serrat, en forma de poema musicalizado, así como una visita virtual a la exposición monográfica que la Biblioteca Nacional le ha dedicado al autor. Ambos archivos complementan el contenido literario del género lírico encarnado en esta figura señera del siglo XX.

Octava II

Luz comba, y no, creada por el mozo,
talludo espulgador de los racimos:
no a fuerza, y sí, de bronces en rebozo,
sí a fuerza, y no, de esparto y tiempo opimos.
Por el domingo más brillante fuimos
con la luz, enarcada de alborozo,
en ristre, bajo un claustro de mañanas,
hasta el eterno abril de la persianas.
                                                  
                                          Perito en lunas, 1933



CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO


He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.


Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.


Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.


Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.


Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.


Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.


Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.


Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.


Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.


Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


              

Viento del pueblo  (1937)




Dibujo que hizo de Miguel Hernandez Antonio Buero Vallejo en una coincidencia en sus periplos carcelarios. En 2010 se ha celebrado el  centenario del nacimiento del poeta oriolano.
Homenaje a su extraordinario mensaje lírico y humano.


 
ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ 

En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien  tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.


En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
.
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

El rayo que no cesa (10 de enero de 1936)


UN CARNÍVORO CUCHILLO

 
Un carnívoro cuchillo
De ala dulce y homicida
Sostiene un vuelo y un brillo
Alrededor de mi vida.

Rayo de metal crispado
Fulgentemente caído,
Picotea mi costado
Y hace en él un triste nido.

Mi sien, florido balcón
De mis edades tempranas,
Negra está, y mi corazón,
Y mi corazón con canas.

Tal es la mala virtud
Del rayo que me rodea,
Que voy a mi juventud
Como la luna a la aldea.

Recojo con las pestañas
Sal del alma y sal del ojo
Y flores de telarañas
De mis tristezas recojo.

¿A dónde iré que no vaya
Mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
Y mi vocación del mar.

Descansar de esta labor
De huracán, amor o infierno,
No es posible, y el dolor
Me hará a mi pesar eterno.

Pero al fin podré vencerte,
Ave y rayo secular,
Corazón que de la muerte
Nadie ha de hacerme dudar.

Recojo con las pestañas
Sal del alma y sal del ojo
Y flores de telarañas
De mis tristezas recojo.

Sigue, pues, sigue, cuchillo,
Volando, hiriendo. Algún día
Se pondrá el tiempo amarillo
Sobre mi fotografía.

Recojo con las pestañas
Sal del alma y sal del ojo
Y flores de telarañas
De mis tristezas recojo.

¿A dónde iré que no vaya
Mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
Y mi vocación del mar.


TE ME MUERES DE CASTA Y DE SENCILLA

Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.


SILENCIO DE METAL TRISTE Y SONORO


Silencio de metal triste y sonoro,
espadas congregando con amores
en el final de huesos destructores
de la región volcánica del toro.

Una humedad de femenino oro
que olió puso en su sangre resplandores,
y refugió un bramido entre las flores
como un huracanado y vasto lloro.

De amorosas y cálidas cornadas
cubriendo está los trebolares tiernos
con el dolor de mil enamorados.

Bajo su piel las furias refugiadas
son en el nacimiento de sus cuernos
pensamientos de muerte edificados.

POR UNA SENDA VAN LOS HORTELANOS

Por una senda van los hortelanos,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de inviernos, primaveras y veranos.

Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
y van a la canción, y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.

Por otra senda yo, por otra senda
que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino.

Bajo su frente trágica y tremenda,
un toro solo en la ribera llora
olvidando que es toro y masculino.
           El rayo que no cesa  (1934-1935)


NANAS DE LA CEBOLLA


La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.


En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.


Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.


Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.


Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.


Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.


La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!


Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.


Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!


Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.


Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.


Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

Nanas de la cebolla. Interpretado por Joan Manuel Serrat con imágenes de la guerra civil y posguerra como telón de fondo.


    Canal de Biblioteca Nacional  - BNE






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